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La artista presentó Donde van los perros con un show íntimo y catártico, consolidándose como una voz única de su generación. Con una puesta onírica y un cierre épico junto a Dillom, la noche dejó una huella imborrable en sus fans.

Ignacio Chinchilla

Un temporal caía sobre Buenos Aires la noche del domingo 24 de noviembre, mientras Odd Mami se preparaba para desatar su propia tormenta en Niceto Club. La presentación en vivo de donde van los perros fue un recorrido emocional por el disco más introspectivo de la carrera de la artista argentina. Acompañada por su banda integrada por Juan López en bajo y guitarra acústica, Matías Vertula y Ezequiel Nova en guitarras eléctricas, y Martin Fritzler en batería, la integrante de la RIPGANG alternó entre la más tierna vulnerabilidad y la más intensa catarsis emocional durante más de una hora de show.

Troncos de abedules y colchones de hojas secas estaban montados sobre el escenario, creando una escenografía onírica y oscura, mientras que el soporte de micrófono estaba decorado con la silueta de un galgo, animal central en el concepto del disco como símbolo de la inocencia y niñez que ODD MAMI dejó atrás para madurar. 

El show recorrió la totalidad de donde van los perros, además de incluir un celebrado repaso por Ultra, su anterior EP -con un pogo épico durante “Cosas de chicas“-, y dos canciones de su primer disco, Mosaicos. El setlist cerró con la aparición de Dillom para “Un tiro“, la canción que comparten en donde van los perros, mientras ODD MAMi se lanzaba al público, despidiendo la noche con una entrega total hacia los fans que habían esperado en la puerta de Niceto Club desde las 5 am y coreado cada canción.

La presentación de donde van los perros consolida un capítulo nuevo para ODD MAMI, quien se reafirma como una de las voces más genuinas y poderosas de su generación. Si donde van los perros suena como un recuerdo, su presentación en vivo fue ese recuerdo materializado, dejando en todos los presentes una marca difícil de borrar.

Ignacio Chinchilla