
El artista mexicano presentó su álbum conceptual “La Nube en el Jardín” en un show emotivo y conmovedor ante una audiencia cautivada por sus melodías.

A veces, las canciones no se escuchan: se sienten en la piel, se encajan como recuerdos y se viven como confesiones. Así fue el show de Ed Maverick este 31 de mayo en el Auditorio Belgrano, donde presentó en vivo su más reciente álbum “La Nube en el Jardín”, con producción de DF Entertainment. Un concierto en el que lo íntimo se volvió colectivo, y la nostalgia se convirtió en un idioma común entre artista y público.
Sin estridencias ni artificios, Ed subió al escenario como quien entra al living de su casa. Guitarra en mano, mirada serena, y esa voz que carga con la melancolía de toda una generación. Desde los primeros acordes de “valor de más” y “nube gris”, la sala quedó suspendida en un silencio reverente, como si nadie quisiera romper el hechizo.

El repertorio fue un viaje continuo por emociones complejas, hiladas por letras viscerales y arreglos sutiles. Canciones como “culpa”, “vuelve, corazón” y “C.” resonaron como confesiones al oído, mientras que clásicos como “Fuentes de Ortiz” y “Ropa de bazar” desataron los coros espontáneos del público.
Una de las joyas de la noche fue “HOY SOMOS NUEVOS SERES ”, interpretada con una intensidad casi ritual, como si el escenario se convirtiera por un momento en un espacio de renacimiento emocional. También hubo lugar para la ternura en “Acurrucar” y para la complicidad con “A mis amigos”, celebrada como un abrazo sonoro.

La puesta fue simple pero contundente, como lo exige el universo de Ed Maverick: luces cálidas, disposición íntima y un sonido que respetó cada pausa, cada suspiro, cada rasgueo de guitarra. No hizo falta más para que las más de mil almas presentes sintieran que estaban compartiendo algo único, irrepetible, profundamente humano.
Ed Maverick volvió a Buenos Aires como quien no busca reflectores, sino conexión real. Y la encontró. Su voz, mezcla de fragilidad y fuerza, demostró que la música todavía puede ser refugio, trinchera, poesía. Y que cuando un poeta de rancho canta desde el alma, hay un jardín entero dispuesto a florecer.
